Docentes en tiempos de crisis
A pesar del impacto positivo que tiene su trabajo en la sociedad, las condiciones en las que enseñan son cada vez más precarias. Argentina tiene el mayor porcentaje de docentes en la región que necesitan complementar sus ingresos con otras actividades. Las brechas entre provincias.
El 11 de septiembre se celebra el Día de la Maestra y Maestro, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el rol crucial que desempeñan. En una sociedad donde las brechas sociales y económicas se hacen cada vez más evidentes, es fundamental valorar la educación pública y gratuita en un país como el nuestro y reconocer que quienes eligen esta profesión -la mayoría mujeres – son figuras esenciales para garantizar la inclusión y la cohesión social. Sin embargo, son muchas las dificultades y los retos que hoy enfrentan. En esta nueva Agenda Pública, la Fundación COLSECOR brinda una radiografía sobre la situación actual de las y los docentes en Argentina.
En su labor diaria, el ejercicio de la docencia no solo implica la enseñanza de contenidos académicos, sino que también son guía para formar las ciudadanías del futuro, inculcar valores y promover la igualdad de oportunidades. Es decir, son agentes sociales, porque su trabajo impacta positivamente en la comunidad y en la formación de pensamiento crítico. Sin embargo, trabajan en condiciones laborales cada vez más precarias, con salarios que no se ajustan a la responsabilidad y tareas que llevan adelante, sumado a los retos que implica lidiar con las desigualdades en el aula, las brechas culturales y tecnológicas.
Feminización, desvalorización y sobrecarga
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), hay aproximadamente 950.000 docentes en Argentina, distribuidos entre los niveles de educación inicial, primaria, secundaria y terciaria. De ese total, apenas el 5,4% de los educadores de las escuelas primarias son varones. Nuestro país tiene la menor proporción de maestros de toda América Latina, donde el promedio es de 25,8%, lo que refleja una fuerte feminización de la profesión, especialmente en los niveles inicial y primario.
Ahora bien, la feminización de la enseñanza no es una excepción del mercado laboral en general, pues las mujeres siguen teniendo mayor presencia en los trabajos peores pagos. Esto desencadena en pluriempleo en el sector de la educación y, por lo tanto, sobrecarga laboral. El Observatorio Argentinos por la Educación da cuenta de que 3 de cada 10 maestras (30%) trabajan en más de una escuela, cuando en el resto del continente lo hace en promedio el 11 por ciento. Es decir, Argentina tiene el mayor porcentaje de docentes que complementan sus ingresos con otra actividad remunerada. En promedio, señalan desde el OAE, los docentes en Argentina trabajan más de 40 horas semanales si se consideran horas dentro y fuera del aula.
Sin embargo, en Junio (el último dato disponible, publicado por la Coordinación General de Estudio de Costos del Sistema Educativo), el salario bruto promedio de un docente de nivel primario con 10 años de antigüedad fue de $556.850, es decir, por debajo de la linea de la pobreza.
Si se hace una radiografía por cada provincia, la brecha puede ser más alta, en función de los salarios que cobran, y esto se acentuó tras la decisión del Gobierno nacional de eliminar el Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID), que establecía una partida presupuestaria destinada a complementar el pago de los salarios de los docentes. Si bien 15 de las 24 jurisdicciones absorbieron los pagos del fondo que el gobierno de Javier Milei discontinuó, sólo tres provincias incorporaron esos porcentajes que recibían del FONID al salario docente: Buenos Aires, CABA y Santa Fe.
A su vez, según los datos a mayo 2024 publicados por la Coordinación General de Estudio de Costos del Sistema Educativo, sólo Río Negro, Tucumán , Santa Cruz ) y la Provincia de Buenos Aires otorgaron aumentos por encima de la inflación registrada en el período. Los distritos con peor índice fueron: Chubut, Mendoza, Formosa y Misiones.
La desvalorización de la profesión docente viene primero desde el Estado. En la década de los ’90 los estamentos políticos culparon al docente por los fracasos de la educación, restándole identidad a su valor social. Esta tendencia ha continuado, afectando profundamente la moral y el bienestar de los docentes. Un estudio de FLACSO Argentina (2022) señala que el 55% de los docentes encuestados percibe que su profesión ha perdido prestigio social en los últimos 10 años. El informe destaca que los docentes enfrentan un aumento de la violencia verbal en el aula, tanto por parte de estudiantes como de familias, lo que contribuye al desgaste emocional y físico, conocido como “burnout”. De acuerdo con SUTEBA (2023), el 65% de los docentes reporta altos niveles de estrés y agotamiento profesional, principalmente relacionados con la sobrecarga de trabajo y la falta de reconocimiento social y económico. Este síndrome es uno de los principales factores que contribuyen a la deserción docente, una problemática que no ocurre solo en Argentina. Según UNESCO hay escasez de maestros en el mundo y se necesitará contratar alrededor de 69 millones de docentes para alcanzar la meta de educación primaria y secundaria universal de aquí a 2030. “La falta de formación, las condiciones de trabajo poco atractivas y la financiación inadecuada son factores que socavan la profesión de docente y agravan la crisis mundial del aprendizaje. La UNESCO siempre ha situado a los profesores en el centro de la lucha por el derecho a una educación inclusiva y de calidad. Es urgente dar un mejor reconocimiento a esta profesión de la que depende el futuro de nuestros hijos”, señaló el organismo.
Desigualdades sociales y desafíos en el aula
Más del 50% de los estudiantes en las escuelas públicas primarias y secundarias pertenecen a hogares en situación de pobreza, según un informe de la Universidad Católica Argentina (UCA). Esta realidad repercute en su rendimiento académico y en la capacidad de las docentes para ofrecer una educación equitativa. Muchos estudiantes carecen de los recursos básicos para participar plenamente en el proceso educativo, lo que obliga a los docentes a enfrentar desigualdades sociales profundas dentro del aula.
La brecha digital también representa un desafío significativo. Según la Fundación Sadosky, más del 30% de los estudiantes de nivel primario en Argentina no tiene acceso regular a internet o dispositivos adecuados para realizar actividades escolares en casa. Este problema se agravó durante la pandemia de COVID-19, cuando el Ministerio de Educación de la Nación reportó que el 80% del personal docente tuvo que adaptar sus clases para impartirlas en modalidad virtual, pero el 40% de ellos carecía de formación adecuada en tecnologías digitales. Esto afecta la calidad educativa y aumenta la brecha entre docentes que tienen acceso a formación continua y aquellos que no
Además, las expectativas de las familias y la sociedad hacia los docentes han cambiado, exigiendo que desempeñen múltiples roles: desde educadores hasta psicólogos y mediadores de conflictos. Este cambio ha generado una sobrecarga emocional que no siempre es reconocida ni abordada por las políticas públicas. Por el contrario, el gobierno actual en Argentina no sólo eliminó el FONID, también congeló el salario docente y vació el Instituto Nacional de Formación Docente, en un combo que incluye limitar el derecho a huelga, empeorando aún más las condiciones laborales de los educadores y debilitando, en suma, la educación pública.
A pesar de este escenario, hay muchos docentes que eligen y permanecen en la profesión. Distintos trabajos dan cuenta de sus percepciones y experiencias, más allá de las condiciones precarias y adversas, y hay algunos factores en común: destacan lo especial que es el trabajo en el aula, lo gratificante que es ver el aprendizaje de sus alumnos y la posibilidad de construir un futuro mejor a través de la educación. Del Estado y los diferentes resortes sociales depende que se empiece a revalorizar la figura de la maestra y el maestro, esenciales siempre, pero especialmente en tiempos de crisis.