Mitos y verdades sobre el yogur, un alimento clave en la infancia

8 de cada 10 personas no incorporan las 3 porciones de lácteos recomendadas[1], el 70% de los niños no cubre la ingesta diaria aconsejada de calcio[2] y más del 90%, no alcanza la de vitamina D[3]. Sin embargo, esta situación puede revertirse incorporando en la dieta alimentos como leche, queso y yogur.[4],[5]

“Entre los lácteos, el yogur tiene todo lo bueno de la leche con el valor agregado de ser un alimento vivo, que aporta bacterias que cumplen funciones impactando favorablemente en todo el organismo, promoviendo bienestar y contribuyendo a prevenir enfermedades crónicas complejas en el futuro, como la diabetes tipo 2”, sostuvieron expertos de PROFENI (Profesionales Expertos en Nutrición Infantil), un equipo de profesionales de la salud con experiencia en temas relacionados con la nutrición infantil, que trabaja en el desarrollo de propuestas para mejorar el perfil nutricional de productos alimenticios, llevar adelante investigaciones en este campo, comunicar para concientizar sobre alimentación y así contribuir a la construcción de infancias saludables.

A continuación, se detallan los mitos que los profesionales de la salud eligieron desterrar:

  1. MITO: “No se recomienda el yogur en niños pequeños”.El aporte de nutrientes hace del yogur una opción saludable y beneficiosa desde que el bebé comienza la alimentación complementaria. No existen motivos científicos para retrasar su incorporación en la dieta. Es un alimento nutritivo que, además, por su textura y sabor, suele ser aceptado por bebés y niños pequeños.

Hay quienes no lo recomiendan por su aporte de azúcar. “Existen yogures bajos en azúcar e inclusive opciones naturales, sin azúcar añadida; y en aquellos que tienen azúcares añadidos, este es el equivalente a una o dos cucharaditas de té. Sin embargo, incluso en estos casos, su composición y beneficios superan a los de alternativas como alfajores, galletitas, otros panificados o postres, que suelen ser incorporados tempranamente”, destacaron desde PROFENI.

Respecto de la recomendación de no consumirlo hasta los 5 años por un eventual riesgo de que contenga bacterias dañinas como la escherichia coli, que produce el síndrome urémico hemolítico, el único riesgo del yogur es el mismo que el del resto de los alimentos de la cocina: el de la contaminación cruzada. Por ejemplo, que se use para consumir un yogur el mismo utensilio que haya estado en contacto con un alimento que contenga la bacteria (verdura mal lavada, carne de vaca cruda, etc.), pero no es un riesgo inherente al yogur por sí mismo, en absoluto.

  1. MITO: “No consumir yogur si perdió la cadena de frío”.La fermentación es un método ancestral que permite la conservación de alimentos. Por lo tanto, si el yogur estuvo sin refrigeración, pero cerrado, por varias horas, no representa riesgo microbiológico ni de ningún tipo. Los procesos de fermentación y doble pasteurización durante su elaboración eliminan todos los patógenos posibles, sin chances de que estos proliferen. El yogur puede desprender suero o adoptar un sabor levemente más ácido, pero su consumo sigue siendo absolutamente seguro.

“Esto transforma al yogur en una gran opción para las viandas escolares, así los niños pueden llevarlo de postre o como colación de media mañana o media tarde”, explicaron desde PROFENI.

  1. MITO: “El yogur es un ultraprocesado más”.En esencia, el yogur está compuesto por leche y bacterias lácticas. Ciertamente, al yogur elaborado industrialmente se le agregan, en determinados casos, colorantes, saborizantes y estabilizadores, como el almidón. Ese almidón, que corresponde al 0.3% de la composición de ingredientes, no es más que la harina de almidón de maiz que se tiene en la alacena (conocida coloquialmente como maicena) y que se usa, por ejemplo, para espesar la salsa blanca.

“Se considera al yogur natural como alimento ‘mínimamente procesado’ y a los yogures en general como ‘procesados’, que significa que incluyen métodos de conservación, preparación y/o fermentación no alcohólica para aumentar su vida útil o para modificar o mejorar sus cualidades sensoriales[6]. Ni todo lo todo industrializado es malo, ni todo lo casero es bueno. De hecho, existen alimentos caseros, presumiblemente más naturales, como una medialuna, que no recibe ese rótulo, pero no aporta todo lo saludable que brinda el yogur”, explicó Mariana Raspini, Licenciada en Nutrición, especialista en Nutrición Pediátrica de la Universidad de Buenos Aires e integrante de PROFENI.

  1. MITO: “No pueden consumir yogur los intolerantes a la lactosa”.La intolerancia a la lactosa no es una condición de todo o nada; varía de persona a persona. De hecho, estudios muestran que la mayoría de quienes presentan  síntomas digestivos tras consumir leche, no son intolerantes al yogur. Es importante resaltar que el grado de tolerancia varía significativamente según la matriz láctea. El 80% de los ‘intolerantes a la lactosa’ tolera el yogur[7],[8], porque la fermentación reduce el contenido de lactosa y las bacterias del yogur ayudan con su digestión.[9]
  2. MITO: “Todos los yogures son probióticos”.Todos los yogures son alimentos fermentados, que tienen bacterias vivas. Pero los probióticos son cepas específicas de bacterias, aisladas en laboratorio, reproducibles y medibles, muy estudiadas, con un funcionamiento y beneficios específicos demostrados. Por lo tanto, no toda bacteria viva es un probiótico. Aquellos yogures que incluyen en su rótulo la presencia de probióticos deben especificar la cepa y eso lo aprueba la autoridad regulatoria. En realidad, la incorporación de probióticos en algunos yogures es un elemento distintivo y representa un beneficio para la salud.
  3. MITO: “No hay suficiente evidencia de los probióticos”.Aunque queda mucho por saber sobre la microbiota y el alcance de su impacto en nuestro organismo, mucho ya se sabe al respecto también, y la evidencia en favor de los beneficios de los probióticos y del yogur en general está debidamente documentada.

“La composición de la microbiota intestinal está influenciada, en parte, por nuestra alimentación.[10] El consumo habitual de yogur modifica su funcionamiento aportando beneficios para la salud.[11],[12],[13] Mantener la diversidad y abundancia de la microbiota intestinal contribuye a prevenir enfermedades[14], porque interviene en el desarrollo y normal funcionamiento del sistema inmunológico y de los sistemas nerviosos central y periférico.[15]  Aquellas presentaciones de yogur que ofrecen agregado de probióticos contienen millones de bacterias y su consumo diario podría potencialmente aumentar el número de bacterias en la dieta hasta 10.000 veces.[16] Todo esto representa beneficios extensamente demostrados”, profundizó el Dr. Christian Boggio Marzet, médico pediatra y gastroenterólogo, Director de la Maestría en Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica de la Universidad del Salvador.

Consumir regularmente yogur con probióticos puede reforzar las bacterias vivas en el intestino, más comúnmente los iniciadores de yogur: Streptococcus thermophilus y Bifidobacterium animalis subsp. lactis.[17],[18],[19],[20],[21],[22] Además, pueden agregarse prebióticos al yogur (a menudo en forma de fruta) y estos pueden estimular la proliferación de bacterias beneficiosas en el intestino.[23]

Verdades sobre el yogur

  1. Versatilidad.Es un alimento que puede formar parte de un desayuno nutritivo, con un valioso aporte de micro y macronutrientes.“También puede ser un aliado para mejorar el aporte nutricional en las meriendas, en reemplazo de otras opciones de baja calidad nutricional como galletitas, alfajores u otros snacks.[24],[25] El yogur también puede incorporarse como ingrediente para la elaboración de ensaladas, postres y otras preparaciones y así contribuir, por su textura y sabor, a que niños y adolescentes incorporen otros alimentos que no ingieren de otra manera”, especificó la Dra. Andrea Fabiana González, integrante de PROFENI y Jefa del Departamento de Alimentación del Hospital de Gastroenterología ‘Dr. C. Bonorino Udaondo’.
  2. Beneficios para los huesos:El yogur es una de las mejores fuentes de calcio biodisponible. El consumo de yogur está relacionado con un crecimiento saludable de los huesos durante la niñez y adolescencia[26], pero también se asocia con una mayor densidad mineral ósea en personas de todas las edades[27],[28],[29],[30]. Demostró reducir 25% el riesgo de fractura de cadera en adultos mayores[31], un 39% el riesgo de osteoporosis en mujeres y un 52% en hombres.[32],[33],[34],[35]
  3. Salud digestiva e inmunológica:Gracias a los cultivos vivos que contiene, el yogur contribuye a ampliar la diversidad de microorganismos presentes en el intestino, fortaleciendo el sistema inmunológico, contribuyendo a prevenir alergias alimentarias, dermatitis atópica y enfermedades respiratorias crónicas, entre otras.
  4. Prevención de diabetes tipo 2:El yogur reduce el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2[36],[37],[38],[39], tal como validó recientemente la FDA de los Estados Unidos luego de analizar toda la evidencia científica disponible al respecto. En concreto, en ese país, el packaging de yogures puede incorporar la siguiente leyenda:“Consumir yogur regularmente, al menos 2 tazas (3 porciones) por semana, puede reducir el riesgo de diabetes tipo 2 según evidencia científica limitada”.

“Por todo esto, incorporar yogur en la dieta infantil aporta beneficios inmediatos y también puede contribuir a sentar las bases para una vida más saludable, que debe incluir –desde etapas tempranas de la vida- toda una serie de aspectos en términos de una nutrición variada y equilibrada, pero también contemplar la realización de actividad física, el control del peso corporal, controles frecuentes de salud, un descanso nocturno reparador, vida social activa y evitar sustancias tóxicas como el tabaco o el alcohol, entre otras”, concluyeron desde PROFENI.

Integrantes de PROFENI: Dra. Cecilia Araujo (Pediatría), Esp. Albert Arribas (Nutrición), Lic. Sergio Britos (Nutrición), Lic. Sandra Nora Blasi (Nutrición), Dr. Christian Boggio Marzet (Gastroenterología infantil), Lic. María Soledad Cabreriso (Nutrición), Lic. Mabel Valeria Carosella (Pediatría), Lic. Florencia Flax Marcó (Nutrición), Dra. Ingrid Gerold (Pediatría), Dra. Andrea Fabiana González (Gastroenterología), Dr. Lucio Nicolás González (Gastroenterología infantil), Dra. Mónica Katz (Nutrición), Dra. Romina Lambert (Pediatría y Nutrición), Lic. Mariana Raspini (Nutrición), Dra. Noelia Vanesa Rodrigues Cambao (Psiquiatría), Dr. Omar Leonardo Tabacco (Pediatría y Gastroenterología), Dra. Ana María Tamagnone (Pediatría), Dra. María Elena Torresani (Nutrición) y Dr. Gabriel Vinderola (Química).